Proponemos aquí la lectura de cinco poemas de Fernando Pessoa, en concreto de su heterónimo Alberto Caeiro, que el autor portugués publicó en vida (1888-1935). Esto es lo que escribió en 1935 (en una carta a Casais Monteiro) acerca de este heterónimo —¡el «maestro» de todos los heterónimos y del propio Pessoa!—, que debutó públicamente en 1925 en la revista Athena, dirigida por el propio Pessoa:
«[…] un día se me ocurrió gastarle una broma a Sá-Carneiro: inventar un poeta bucólico, de naturaleza complicada, y presentárselo, ya no recuerdo cómo, en alguna especie de realidad. Dediqué unos días a elaborar este poeta, mas fue en vano. Un día, cuando por fin me di por vencido —era el 8 de marzo de 1914— me acerqué a una cómoda alta y, tomando un papel, comencé a escribir de pie, como escribo siempre que puedo. Y escribí treinta y tantos poemas uno tras otro, en una especie de éxtasis cuya naturaleza no podría definir. Fue el día triunfal de mi vida, y nunca podré tener otro igual. Comencé con un título, El guardador de rebaños. Y lo que siguió fue la aparición de alguien en mí, a quien enseguida di el nombre de Alberto Caeiro. Discúlpeme lo absurdo de la frase: había aparecido en mí mi maestro. Esa fue la sensación inmediata que tuve».
«deposité en Caeiro todo mi poder de despersonalización dramática»;
«Alberto Caeiro nació en 1889 y murió en 1915; nació en Lisboa, pero vivió casi toda su vida en el campo. No tuvo profesión ni apenas educación. […] Caeiro era de estatura media, y, aunque realmente frágil (murió tuberculoso), no parecía tan frágil como era. […] rubio sin color, ojos azules; […] Caeiro, como ya dije, no recibió prácticamente educación alguna, solo los estudios primarios; se le murieron muy pronto su padre y su madre, y se quedó en casa, viviendo de unas pequeñas rentas. Vivía con una tía vieja, una tía abuela».
«¿Cómo escribo en nombre de esos tres [heterónimos, Campos, Reis y Caeiro]…? Caeiro por pura e inesperada inspiración, sin saber o siquiera calcular qué va a escribir. […]».
Caeiro es un heterónimo-poeta de la naturaleza, antifilosófico, autor de tres “obras” en verso de Fernando Pessoa: El guardador de rebaños, El pastor amoroso y Poemas inconjuntos.
Presentamos aquí versos extraídos de estos tres “cuasi-libros”, que Pessoa nunca llegó a publicar en vida. Sin embargo, publicó partes de ellos en revistas literarias, como es el caso de los poemas aquí seleccionados.
Publicamos los textos, así como la imagen de la publicación original, por orden cronológico de publicación y con los datos bibliográficos de cada poema.
¡Que disfrute de la lectura!
Poemas de «El guardador de rebaños» (IX, X, XIII) (1925)
IX
Soy un guardador de rebaños.
El rebaño es mis pensamientos
y mis pensamientos son todos sensaciones.
Pienso con los ojos y con los oídos
y con las manos y los pies
y con la nariz y la boca.
Pensar una flor es verla y olerla
y comer un fruto es saberle el sentido.
Por eso cuando en un día de calor
me siento triste de disfrutarlo tanto,
y me acuesto a lo largo sobre la hierba,
y cierro los ojos calientes,
siento todo mi cuerpo acostado sobre la realidad,
sé la verdad y soy feliz.
***
X
Hola, guardador de rebaños,
ahí a la orilla del camino,
¿qué te dice el viento que pasa?
Que es viento, y que pasa,
y que ya pasó antes,
y que pasará después.
Y a ti, ¿qué te dice?
Mucho más que eso.
Me habla de muchas otras cosas.
De recuerdos y de nostalgias
y de cosas que nunca fueron.
Nunca has oído pasar el viento.
El viento solo habla del viento.
Lo que le oíste fue mentira,
y la mentira está en ti».
***
XIII
Leve, leve, muy leve,
un viento leve pasa,
y se va, siempre muy leve.
Y yo no sé lo que pienso
ni procuro saberlo.
(Athena, 4, enero de 1925, p. 148)
Versos de los «Poemas inconjuntos» (1925)
No basta abrir la ventana
para ver los campos y el río.
No es bastante no ser ciego
para ver los árboles y las flores
Es preciso también no tener filosofía alguna.
Con filosofía no hay árboles: hay meras ideas.
Hay solo cada uno de nosotros, como una cueva.
Hay solo una ventana cerrada, y todo el mundo afuera;
y un sueño de lo que se podría ver si la ventana se abriese,
que nunca es lo que se ve cuando se abre la ventana.
(Athena, 5, febrero de 1925, p. 127)
«El penúltimo poema» (1931)
También sé hacer conjeturas.
Hay en cada cosa aquello que la anima.
En la planta está por fuera y es una ninfa pequeña.
En el animal es un ser interior lejano.
En el hombre es el alma que vive con él y es ya él.
En los dioses tiene el mismo tamaño
y el mismo espacio que el cuerpo
y es lo mismo que el cuerpo.
Por eso se dice que los dioses nunca mueren.
Por eso los dioses no tienen cuerpo y alma
sino solo cuerpo y son perfectos.
El cuerpo es lo que les es alma
y tienen la conciencia en su propia carne divina.
(Presença, 31-32, enero de 1931, p. 10)
Nota introductoria y selección de Fabrizio Boscaglia.
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